Capítulo -11-
Esteban descendió de su automóvil frente a una casa antigua, pero bien cuidada. Estaba ubicada en las afueras de la ciudad. El lugar era agradable. Tocó dos veces una campana negra suspendida sobre la parte superior de un portón. Minutos después un hombre de mediana estatura caminó hacia la entrada, y lo hizo pasar.
-Esteban Menger- extendió su mano.
-Daniel Newman- esbozó una sonrisa. Sus ojos revelaban cierta tristeza.
Esteban se sentó en una sillón blanco entre los árboles del jardín del frente. El hombre trajo una bandeja con dos tazas de té, y galletas de limón.
-Tengo muchos frutales- Newman recorrió con una mirada orgullosa las copas de los ciruelos, los naranjales, y los manzanos- Me dedico a esto desde que me retiré del fútbol en el año ’82.
-¿ Porqué dejó la profesión tan joven? Usted tenía veintiocho años...¿ No es así?
-A veces hay circunstancias que nos obligan. Pablo Pardo, mi mejor amigo, murió de un paro cardiaco respiratorio. No tuve el valor de continuar...Demasiados recuerdos...
-De eso quería conversar con usted. En realidad, estoy escribiendo una biografía sobre Francisco Menéndez, y necesito saber más sobre lo que ocurrió la tarde del 13 de diciembre de 1982...
-El día que salimos campeones, y que Pablo...- el ex jugador se quedó con las pupilas fijas en sus manos con la cabeza baja.
-¿ Me podría contar cómo fue todo esa tarde?- Esteban tuvo la impresión de que su entrevistado no lo estaba escuchando.
-Todo comenzó con Francisco Menéndez...- se detuvo en forma repentina. Después de unos segundos continuó- Antes le pido que no me nombre en su libro ni en ningún lado. Hace mucho tiempo que no tengo nada que ver con el fútbol.
-No se preocupe. Nadie sabrá de nuestro encuentro- Esteban se acomodó en el sillón para obtener información importante. Encendió su grabador. De a ratos sorbía un poco de té.
-Francisco Menéndez es una persona algo especial. Nos cuidaba como si fuéramos sus hijos. Se preocupaba por nuestras vidas: el lugar donde vivíamos, nuestras amistades, la alimentación. En fin todo estaba en sus planes. Pero, los problemas empezaron en la pretemporada de verano del ’82. Es el punto de partida de la muerte de Pablo...y de todo el equipo.
-¿De todo el equipo?- Esteban hizo una expresión de sorpresa.
-Ninguno de nosotros volvió a jugar después de ese campeonato.
La entrevista se interrumpió por el sonido de la campana del portón. Un hombre joven saludaba con las dos manos. Daniel se levantó de su asiento, y volvió acompañado por el visitante.
-Mi hijo Lucas- se lo presentó a Esteban.
-Mucho gusto. Soy periodista. Trabajo para una editorial española- Esteban comprendió que Daniel Newman no seguiría con la conversación.
El hombre lo condujo hasta la salida.
-Discúlpeme. Surgió un imprevisto con mi hijo, pero le aconsejo que investigue sobre “La gruta de Olimpia”.
-¿ “ La gruta de Olimpia”?
-Allí hicimos esa nefasta pretemporada.
Al extender los brazos para cerrar el portón de madera, Esteban observó que estaban surcados por dos cicatrices cada uno que iban desde las muñecas hasta ambos codos.
Esteban subió a su automóvil, e intuyó que estaba cada vez más cerca de la verdad.
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