web counter logdy.com

La Gruta de Olimpia

Novela on line de una escritora argentina

Oferta LIBROS oferta LIBROS

Sunday, September 17, 2006

LIBROS GRATIS









Capítulo -18 -

La primera vez que había visitado la Gruta de Olimpia se había visto envuelto en una atmósfera de nostalgia. La gran casona que estaba ubicado en el medio de una arboleda tenía el aspecto de haber sido lujosa en otros tiempos. Era una casa de dos pisos con las paredes exteriores revestidas de enredaderas. Estaban algo húmedas, y el gris era el color por excelencia de los grandes bloques de la construcción.
La vegetación era espesa, pero estaba prolijamente cuidada por un jardinero al que no le supo calcular la edad. Era un hombre alto, corpulento, de piel cobriza. Se expresión de seriedad, y dedicación lo hacían algo misterioso.
El parque que rodeaba el solar estaba plagado de árboles de distintas especies, y matizado con varias clases de rosales. Hacia el este del casco, al salir por una tranquera se encontraba un arroyo bordeado de sauces.
Llegaron en el Ford Falcon amarillo después de cinco largas horas de viaje. Estacionaron el automóvil frente a una escalinata rodeada de violetas. Una mucama vestida con pulcritud los atendió. Tenía una cofia en la cabeza que era demasiado grande. Seguramente la había heredado de una empleada anterior. Los hizo sentar en unos sillones antiguos, pero muy bien cuidados. Estaban cubiertos con finas telas celestes y rosadas. Había una estufa hogar que por ser verano no estaba encendida. El salón estaba rodeado por bibliotecas abarrotadas de libros. Revistas francesas, inglesas y alemanas sobre una mesa de vidrio claro completaban la decoración del lugar.
Esperaron una hora. Conversaban en voz baja, casi como en secreto. Quizás el salón invitaba a un tono intimista. Ese día no había percibido la escalera imponente de roble que conducía hacia el piso superior.
La mucama apareció por una puerta que se encontraba en el fondo de la habitación con una bandeja donde traía dos tazas de té.
-Buenas tardes- una voz gruesa salida de la oscuridad con acento extranjero, sin dudas era un castellano aprendido, los saludó.
-Alberto Artigas- el hombre bajo le extendió la mano a un individuo vestido con un guardapolvo blanco. Su mirada era profunda, que se acentuaba con el fuerte azul de sus ojos- Él es Francisco Menéndez – señaló con timidez a su compañero de viaje.
-Así que ustedes son los expertos de que me habló Díaz Vásquez- Disculpen, no me presenté...José Menger...el doctor José Menger.
Francisco Menéndez no supo hasta tiempo después que estaba sólo en el comienzo de su infierno.




0 Comments:

Post a Comment

<< Home