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La Gruta de Olimpia

Novela on line de una escritora argentina

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Tuesday, July 11, 2006

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Capítulo -14 -


Francisco Menéndez se preparó para ir al entrenamiento. Antes de salir pasó por la habitación matrimonial, y miró con atención a su esposa dormida. -Guillermo, esta vez no te pude salvar la vida- repitió estas palabras mientras entraba con cierta resignación al ascensor. Era un día caluroso. El sol estaba en su plenitud. Le gustaba la soledad del predio arbolado y extenso donde entrenaban. Todavía no habían llegados sus dirigidos. Francisco Menéndez se sentó en una de las gradas de madera ubicadas al costado de la cancha principal. Levantó su vista, y percibió bandadas de golondrinas en un campo cercano. Más allá detrás de un vallado, algunos caballos de polo meneaban sus crines, mientras el cuidador se aprestaba a alimentarlos y asearlos. -Buenos días. El entrenador se sobresaltó al escuchar una voz chillona. Giró su cabeza y se encontró con la mirada aguda de Alberto Artigas. Su figura parecía aún más insignificante con el resplandor de la mañana que le ensombrecía su rostro. -¿ A qué debo tu visita?- respondió con angustia Francisco Menéndez. -Sé que recibiste el sobre. Sabés que tenemos que continuar cuanto antes las investigaciones, principalmente por el problema que hay en el equipo. -¿ Los resultados? Es cierto, algo no está funcionando- Francisco Menéndez ya no miraba a Alberto Artigas, sino que se entretenía con el trote de los caballos de polo. -La semana que viene debe estar todo listo, ya nos esperan en La Gruta de Olimpia. Desde el ’82 que no voy. Me dijeron que montaron un laboratorio con tecnología superior... -¿ Cuál es mi función esta vez?- el entrenador escuchó el motor de los automóviles de los jugadores que iban arribando de a poco al lugar de trabajo. -Sólo tenés que estar allá, del resto me encargo yo- Alberto Artigas dio media vuelta, y subió una camioneta con la ayuda de un muchacho alto, de ojos claros. -Vamos, Lucas- le gritó Alberto Artigas a su chofer. Francisco Menéndez creyó reconocer en ese rostro joven los rasgos de alguien conocido, pero no acertó con el nombre. Tiempo después supo que era el hijo de Daniel Newman, uno de sus dirigidos en el ’82.